Paseaba
por el bosque, arropada por los árboles, sus hojas, la fragancia de la tierra
húmeda, arrullada por el susurro del viento infiltrado , espía del momento,
correveydile de los acontecimientos de su tiempo. Cuando la vi, no pude por
menos que echar a volar mi imaginación... la imaginé doncella frágil
atormentada por las dudas, no sabía si estar o ser, si ser pez o mariposa,
sincera o mentirosa, paciente o circulante. Se arrimó al vacio, tentó su
profundidad con la punta de sus dedos, extremadamente vacio... ¡es lo que necesito!
En un alarde de valentía echó sus brazos atrás en señal de querer intentar el vuelo,
y cuando su cuerpo quiso acompañarle, encontró que sus pies estaban fijos en el
suelo. Contrariedad, enojo, cólera. ¡Este no es mi sitio, debo marchar! Pero
lejos de escuchar, las raíces siguieron su camino hacia la profundidad. La
joven, en vano, intentó desembarazar sus pies, sus tobillos y algo más. Pensó
incluso, en cercenarlos, eliminar lo que inutilizaba su cuerpo, lo que le
impedía levantar el vuelo. Miró en derredor suyo, mas nada encontró que pudiera
aliviarla de tal carga... ¡no los necesito... no los necesito! terminó sollozando.
Las horas pasaban en vano para ella, la tierra estaba firmemente decidida a
hacerla suya. Cubrió su translúcida piel de un manto de gruesas escamas, y en
señal de respeto, dejó sus brazos dispuestos a levantar el vuelo... claro, cuándo las circunstancias
cambiasen.
Anónimo (o antónimo) comarcal